martes, 28 de octubre de 2008

Ahorre dinero

... si usted va a atar dinero a un globo con helio.


El hilo a usarse, será el hilo de coser que podrá encontrar en el costurero de su casa o, eventualmente, el de alguna tía o abuela. Absténgase de reemplazar dicho hilo con cordones de zapatillas, porque el artefacto se vería comprometido a no despegar. El dinero a utilizar, será la moneda de más baja denominación de bolívar, ya que es la moneda más devaluada en la actualidad en américa latina (consulte con su casa de cambio más cercana antes de llevar a cabo el proyecto). Cualquier otra moneda más devaluada no sería conveniente por las dificultades que implicaría conseguirla, con excepción del caso en que ya se disponga de ella. Y finalmente, para poder contrarrestar la fuerza peso de la moneda (cuidado con confundir la moneda de bolívar con la fuerza peso producto de la atracción gravitacional) se empleará una piñata por tener más capacidad de llenado que cualquier globo. A menos que usted no sufra de ansiedad y pueda aguardar hasta el cumpleaños de algún primito, sobrinito o niño alguno y hurtar sigilosamente un globo con helio, si es que le obsequian uno a los concurrentes conjuntamente con la bolsita. En caso contrario tendrá que adueñarse de dos, puesto que uno sería insuficiente.


Texto: Gonzalo M. Filón

miércoles, 15 de octubre de 2008

El Castillo de Arena




C13R70 D14 D3 V3R4N0 357484 3N L4 PL4Y4

0853RV4ND0 D05 CH1C45 8R1NC4ND0 3N L4 4R3N4,

357484N 7R484J4ND0 MUCH0, C0N57RUY3ND0 UN

C4571LL0 D3 4R3NA C0N T0RR35, P454D1Z05

0CUL7O5 Y PU3NT35. CU4ND0 357484N 4C484ND0

V1N0 UN4 0L4 9U3 D357RUY0' 70D0 R3DUC13ND0

3L C4571LL0 4 UN M0N70'N D3 4R3N4 Y 35PUM4.

P3N53' 9U3 D35PU3'5 D3 74N7O 35FU3RZ0 L45

CH1C45 C0M3NZ4R1'4N 4 LL0R4R, P3R0 3N LUG4R

D3 350, C0RR13R0N P0R L4 PL4Y4 R13ND0 Y

JU64ND0 Y C0M3NZ4R0N 4 C0N57RU1R 07R0

C4571LLO.





martes, 14 de octubre de 2008

Aplastamiento de las Gotas


Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.


Texto: Julio Cortázar

miércoles, 8 de octubre de 2008

Crónica de Cualquier Zapato


Imagen: "Pair of Boots", Vincent Van Gogh


Crónica de Cualquier Zapato


Estaba un gastado zapato serenamente posado a orillas de una carretera. Miraba como quien hace dedo, y estaba feliz. Nadie se asombraría por ver algún calzado solo y abandonado en un lugar semejante, y nadie quedaría deslumbrado al no saberse único intrigado por la suerte que lo llevó hasta allí. Pero lo cierto es que pocos conocerán su odisea, y muchos menos el motivo de su felicidad.
Por más de que su solitaria travesía haya sido más larga que la de Phillias Fogg, seguro es que el motivo de su felicidad es tanto más relevante como revelador, puesto que involucra de manera directa todos los demás nobles protectores de nuestros pies que distinguen la izquierda de la derecha. De lado quedan entonces los calcetines, que por burda, tosca y forzada elasticidad, tienen la falta de personalidad suficientemente práctica como para calzar indiferentemente en cualquiera de los dos cimientos y posibles posturas de un mismo individuo.
Entonces, cualquier zapato, zapatilla, o artículo para pies que es capaz de distinguirse de su par, tiene la horrorosa suerte de tener que ser engendrado con otro, que más que su par viene a ser su opuesto, y que solo un ignaro peligrosamente poco minucioso podría considerar igual. Esa horrorosa suerte se prolonga inevitablemente durante toda la estadía del obligado matrimonio dentro de la caja en que se vende o regala. Y solo los que son adquiridos por amputados de un pie pueden zafarse de convivir con su enemigo en la etapa posterior. El resto de los desdichados está condenado a la predecible competencia del caminar de un humano, izquierda adelante, derecha adelante, izquierda nuevamente. Y su condena dura lo que su vida útil, únicamente son libres en la tercera edad, y este es el motivo de su notable felicidad en este fragmento de su vida.
Ha habido casos, en que el usuario llegó a ser tan inconcientemente cruel como para colgar el par de un cable tras haberlo unido mediante sus cordones, y son esos los pares que han accedido al infierno. Pero lo cierto es que estos últimos son la minoría, a la mayor parte se le concede la mutua emancipación.
Luego de padecer durante la flor de su vida la compañía de otro completa y exactamente opuesto a sí mismo, tanto física como ideológicamente, se pueden entregar ya jubilados de su labor oficial a buscar separadamente por donde sea a los suyos, los que compartan su cultura y condición, con los que tendrán afinidad y sana diferencia.


A pesar de la alegría y empeño con que llevan a cabo su viaje, trágico es su final, ya que muy pocos concretan mencionado encuentro. Los hay cuya vida sucumbe ante la violencia del ferrocarril o poder destructivo semejante, pero mucho más triste es la suerte de aquellos que por infortunio se ven en algún reflejo, y tras creerse su par, se abandonan penosamente frente a alguna vidriera o a orillas de algún arroyo.



Texto: Gonzalo Martín Filón.